El delantal atado a tus caderas,
tus manos espumosas de jabón
jabonando mi pecho de manera
que lavabas el propio corazón.
tus manos espumosas de jabón
jabonando mi pecho de manera
que lavabas el propio corazón.
Corazón de muchacho pendenciero
que odiaba a cura y sacristán, y quiso
hacer de ellos aves de mal agüero
sin maternal permiso,
ganado seis azotes en el cuero.
que odiaba a cura y sacristán, y quiso
hacer de ellos aves de mal agüero
sin maternal permiso,
ganado seis azotes en el cuero.
¡Madrecita linda!…
¡Si te quiero mucho!…
¡No me pegues más!…
¡Si te quiero mucho!…
¡No me pegues más!…
¡Muchachito lindo!…
¡Yo también te quiero!…
¡Déjame pegar!…
¡Yo también te quiero!…
¡Déjame pegar!…
Y el diálogo a voces:
una de amenaza, otra de rogar,
terminaba siempre con beso y promesa
de eterna humildad.
una de amenaza, otra de rogar,
terminaba siempre con beso y promesa
de eterna humildad.
¡Aroma de maíz recién molido!…
el humo de las viandas… ¡Mesa puesta!…
Mi madre tiene corazón de nido
y en él dormí, para soñar, la siesta.
el humo de las viandas… ¡Mesa puesta!…
Mi madre tiene corazón de nido
y en él dormí, para soñar, la siesta.
Los pájaros, el agua, la lejía,
la ropa a componer, todo tenía
en su rutina gris una alegría…
la ropa a componer, todo tenía
en su rutina gris una alegría…
Con el oro del sol que se ponía
troquelamos monedas deslumbrantes,
y en platino de luna que caía
montamos los diamantes
de tus mejores besos, madre mía,
dulce como la miel de los panales
y buena como el pan de cada día.
troquelamos monedas deslumbrantes,
y en platino de luna que caía
montamos los diamantes
de tus mejores besos, madre mía,
dulce como la miel de los panales
y buena como el pan de cada día.
Tus manos eran hadas, nos vestían.
Tu plegaria era luz: nos alumbraba.
Y música tus besos: nos dormían
al calor del amor con que besaban.
Tu plegaria era luz: nos alumbraba.
Y música tus besos: nos dormían
al calor del amor con que besaban.
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